jueves, 30 de abril de 2015

¿Cuánto dinero nos cuesta maltratar el planeta?


Poca discusión puede haber ante la afirmación de que en nuestro mundo el dinero o el beneficio económico es la medida de todo. Si aumenta el PIB nos sentimos satisfechos y hablamos de crecimiento pese a que de manera pareja aumente la desigualdad o el desempelo; mayores ingresos  nos pueden hacer cambiar de trabajo o de responsabilidades pese a que con ello dispongamos de menos tiempo libre o el cambio afecte a nuestra salud; asociamos tener más cosas con vivir mejor e incluso ser felices…
No debe extrañar tanto que exista de manera habitual desinterés por lo relacionado con el medio ambiente o que éste se ponga casi siempre al final de una larga lista de prioridades puesto que, erróneamente, pensamos que el medio ambiente, la protección de la naturaleza y el planeta no nos da dinero: tener más o menos bosques no repercute en el PIB, la prima de riesgo de un país no sube por tener el aire más contaminado que otro…

Muy al contrario, maltratar el planeta, su medio natural, -o no protegerlo debidamente- daña nuestra salud, cuesta vidas, liquida los recursos de los que dependemos, compromete nuestro futuro… y nos cuesta dinero, muchos, muchos millones de euros, de dólares, de libras esterlinas…
Vamos a dar un somero repaso por tres de las mayores agresiones que producimos a nuestro planeta: contaminación, pérdida de biodiversidad y ecosistemas y cambio climático y lo haremos de la manera en que se hacen estas cosas: con cifras y porcentajes y para que el aluvión de cifras no nos haga perder la perspectiva, vamos a buscar una equivalencias prácticas.

Contaminación
En nuestro planeta podemos contaminar
muchas cosas: ríos, mares,  acuíferos, el aire, los campos, los bosques… de todas ellas dependemos por completo, pues de ellas obtenemos lo imprescindible para vivir. Todas ellas las hemos contaminado.
Esa contaminación, ese daño que producimos resta eficacia a la naturaleza que, o bien hemos de suplir –si hay menos árboles, habrá más contaminación en el aire y tendremos que gastar en otros medios para purificarlo-, o bien limpiar –descontaminar el agua que tenemos que beber o que usamos para cultivar- o sufrir sus consecuencias –la polución produce más enfermedades y aumenta nuestro gastos sanitario-. En cualquier caso necesitaremos dinero, mucho dinero.
Recientemente, la Agencia Europea del Medio Ambiente cifraba los daños para la salud y el medio ambiente de la contaminación industrial en España en los últimos cuatro años (1) en una cantidad mínima de 19.300 millones de euros y máxima de 41.900 millones (cifra ésta superior en 6.000 millones a lo que pagaremos el próximo año en intereses por la Deuda Pública (2). En el caso de la Unión Europea el baremo se situaba entre 329.000 millones y un billón (la cifra más baja, muy cercana al total de los Presupuestos Generales del Estado para el año que viene (2)
De manera más amplia, la contaminación del aire en España –sea la fuente industrial, el transporte, etc.- suponía en 2010, según el desaparecido Observatorio de la Sostenibilidad en España (3), un gasto sanitario de casi 17.000 millones de euros, un 19% del gasto sanitario total en España en ese mismo año (4)
Lejos de grandes cifras hay que tener en cuenta que hasta los más mínimos pasos para luchar contra la contaminación suponen el gasto de millones de euros, como puede ser buen ejemplo el Plan Aire del MAGRAMA para el período 2013-2016 (5), dedicado a lo más básico en la lucha contra la contaminación del aire (I+D+i, ubicación de estaciones de medición de calidad del aire, estudios sobre contaminación, concienciación, etc. etc.)
También, de manera más concreta y “modesta”, los múltiples casos de contaminación a nivel comarcal o local suponen, contabilizados o no, otro derroche de dinero, como buen ejemplo es (ver Revista Ecoaula, núm. 19), el caso de la laguna tóxica de Arganda del Rey, consecuencia de utilizar una laguna artificial como vertedero de aceites industriales durante años.  Sin contar los gastos producidos hasta el momento –entre ellos la adquisición pública de la parcela-, se estimaba que su recuperación total costaría entre 14 y 20 millones de euros (6), cantidad equivalente al presupuesto anual de una población en torno a los 20.000 habitantes (7)
Por otro lado, la contaminación está en todas partes y puede provocar muy diversas consecuencias tanto en el planeta como en quienes lo habitamos. Así, el Consejo Nórdico de Ministros, Norden, publicaba recientemente un informe (8) en el que achacaba a la contaminación química el 40% del gasto sanitario relacionado con problemas reproductivos en hombres.

Pérdida de biodiversidad y deterioro de los ecosistemas
Si complicado resulta percibir –y medir- las pérdidas económicas que suponen la contaminación mucho más lo es hacerlo respecto a la pérdida de biodiversidad un concepto éste –la diversidad biológica- complicado de entender de por sí.  ¿Qué peso puede tener en la economía la existencia de más o menos bichos, la desaparición de plantas que no sabemos para qué sirven, de animales qué nunca vamos a conocer?
La respuesta vuelve a ser la misma: mucho.
¿Qué nos aportan los ecosistemas y la biodiversidad y qué, por lo tanto, deberíamos valorar para conocer el beneficio económico de que funcionen plenamente o el perjuicio en el caso de su deterioro? Pues, si hablamos de bienes: agua, alimentos, aire, medicamentos, madera, materiales de construcción, etc. etc. Y si citamos servicios: purificación del aire, captura de CO2, regulación del clima, mantenimiento de suelos fértiles y protección frente a la erosión, reciclado de deshechos, etc. (9)
Podemos empezar por los lugares que albergan la mayor diversidad del planeta: los arrecifes de coral. En estos lugares se asientan directamente entre el 9% y el 12% de las especies de peces del planeta y de ellos obtienen beneficios directamente 500 millones de personas, entre otras cosas por el turismo (10) Sólo por este concepto se obtendrían unos ingresos de hasta 2.700 dólares por hectárea y año (sudeste asiático) y 1.654 dólares (Caribe) (10)
El Plan de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA) valoraba cada km2 de arrecife de coral entre 100.000 y 600.000 dólares (11). Una referencia curiosa a este respecto puede ser la condena impuesta en Belice, en 2011, a una naviera por el deterioro de la barrera de coral obligándole a pagar 1.000 dólares por m2 (11) Entre estos valores está, como se decía, el de la pesca (la pesca de la barrera coralina mesoceánica se estimaba en 150.000 dólares por km2, superficie suficiente para cubrir las necesidades protéicas de 300 personas) o la protección de la costa frente a catástrofes naturales (una imitación artificial en las islas Maldivas supuso un coste de 12 millones de dólares cuando se estima la protección que da un km2 de arrecife de coral en 18 millones de dólares) (11)   
Otro bien que obtenemos de los ecosistemas y la variedad biológica son los medicamentos. Los laboratorios difícilmente podrían desarrollar su labor sin la naturaleza,  pues la mitad de sus medicamentos tiene origen natural (10 de los 25 más vendidos en Estados Unidos); el 42% de los medicamentos contra el cáncer son naturales y el 34% seminaturales. A partir del árbol de los escudos o gingko se obtuvieron sustancias fundamentales para medicamentos cardiovasculares que mueven 360 millones de dólares anuales. La vinca rosa, del bosque tropical de Malagasy (Madagascar), de la que se obtienen medicamentos anticancerígenos, se valora en más de 1,5 millones de dólares (10)…
Las especies invasoras, un mal con poca prensa y un gravísimo daño para la biodiversidad y la economía es otro buen ejemplo de lo que nos cuesta maltratar al planeta.
Europa soporta más de 12.000 especies exóticas, ya sean animales o plantas, en el mar o en la tierra. Suponen unos coste económicos en torno a los 12.000 millones de euros (12), mucho más que lo que nos gastaremos en el año que viene en fomentar el empleo y en infraestructuras (2) Fruto en buena parte la globalización, sus efectos son también globales y suponen un billón de euros de coste al año en todo el mundo, casi lo que representa la Deuda Pública española (2)
El caracol manzana causó en los arrozales afectados unos daños valorados en 6 millones de euros en 2010 (12), lo mismo que gasta la Universidad de Jaén en investigación (13) En casi 12 millones de euros se cifran los daños producidos por el mejillón cebra entre 2005 y 2009 y 45 millones de euros costó el plan de erradicación del picudo rojo de 2002 a 2009, por citar algunos ejemplos (12).

Cambio climático
El controvertido y evidente cambio climático supone uno de los mayores peligros, no tanto para nuestro planeta en general, sino para nuestra especie y muchas otras. Y lo es, en nuestro caso, también en el plano económico.
El informe Monitor de vulnerabilidad climática (14), encargado por países que ya sufren en carne propia los efectos del cambio climático (Filipinas, Bangladesh, Etiopía, Tuvalu…) y revisado por 50 científicos,  cuantifica y pormenoriza los daños que produce mediante sequías, subidas del nivel del mar, tormentas, enfermedades, etc. etc. Su primera conclusión, lejos del sentimiento que se tiene del cambio climático como un mal por venir que no acaba de llegar, es que éste ya ha frenado el desarrollo mundial y que sus efectos no irán más que aumentando, afectando siempre en mayor medida a los países más pobres.
Según este informe, la inacción ante el cambio climático supondría unos costes equivalentes al 4% del PIB mundial, mientras que una acción máxima los reduciría al 1,5%. De mantenerse la pasividad actual, el coste podría elevarse hasta el 10% antes del 2100. Para hacerse una idea del valor de estos porcentajes se puede citar que el PIB mundial en 2007, último año “precrisis” se elevó al 5% mientras en 2008 lo hacía el 3,7% y en 2009 el 2,2%, 1,3 y 2,8 puntos porcentuales menos (15).   
En el caso de España, sólo los daños producidos por la sequía habrían supuesto un coste económico de 200 millones dólares que se elevaría a 650 millones en 2030; la pérdida de biodiversidad, 1.500 millones y 4.250 millones respectivamente. En total el coste económico sería de más de 6.700 millones en 2010 y casi 21.000 millones en 2030 (14)
Por otra parte, el informe Stern (16), encargado por el gobierno británico al economista Nicholas Stern y publicado en 2006, valoraba los daños del cambio climático en un mínimo del 5% del PIB mundial pudiendo llegar al 20%. Estimaba también que un gasto del 1% del PIB mundial podría bastar para mitigar esos daños y destacaba que la reducción de emisiones de CO2 no implicaba renunciar al crecimiento y desarrollo mundial. Sirva para darse una idea que las tensiones y conflictos bélicos durante el 2013 supusieron unos costes equivalentes al 11,3% del PIB mundial (17)

Breve comparativa de gastos y pérdidas

los daños para la salud y el medio ambiente producidos por la contaminación industrial en los últimos cuatro años en España
superan
los intereses que pagaremos por la Deuda Pública española en 2015
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la contaminación del aire en España en 2010
supuso
el 19% del gasto sanitario total en España en ese año
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limpiar y recuperar la laguna tóxica de Arganda del Rey
equivale
al presupuesto municipal de una población de 20.000 habitantes
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los gastos mundiales por los daños producidos por especies invasoras
equivalen
a la Deuda Pública Española
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las pérdidas por el cambio climático medidas en % del PIB mundial
podrían superar
el % del PIB mundial perdido en guerras durante el 2013
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la construcción del nuevo sarcófago de Chernobil 
cuesta casi
lo que España gastará en cooperación internacional en 2015
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el coste por los daños de la rotura de la balsa de residuos en Doñana
costó tanto 
como mantener el Hospital de Vallecas durante un año
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las pérdidas por el Prestige
equivalen
a los recortes de gastos público en Cataluña en 2011 y 2012 
--------------
apagar el incendio de sierra Cañaveral en 2006
costó tanto
como mantener 170 camas de hospital en Madrid

 Y todo esto, ¿cómo se calcula?
Cuantificar en euros la desaparición de una especie, el valor de un km2 de bosque o la probabilidad de un aumento del nivel del mar debe de ser realmente complicado (de manera que en muchos casos se manejan márgenes muy amplios (1) que no dejan por ello de ser significativos) si bien en contadas ocasiones resulta relativamente sencillo, como en el caso de apagar un incendio (32).
Podemos ver varios ejemplos de valoración.
El Proyecto VANE (Valoración de Activos Naturales de España) (35), desarrollado en 2001 por el Ministerio de Medio Ambiente, buscaba valorar económicamente el medio natural integrando los valores de uso –tanto directos (materias primas, etc.) como indirectos (asimilación de residuos, etc.)- y los de no uso (p.e. los transferibles a generaciones futuras). Su metodología va desde valorar los servicios ambientales de una superficie determinada cuando existe un mercado regulado para esos servicios (método directo) o, cuando no existen estos mercados, utilizar el método indirecto (costes evitados, coste de reposición, etc.)
Los costes evitados también aparecen en nuestro siguiente ejemplo, tomado de una tesis doctoral sobre la reducción de la contaminación en Andalucía (36), que también utiliza para su valoración la relación entre la variación de las tasas de mortalidad y de niveles de contaminación.
Si estos ejemplos nos parecen poco concretos, podemos citar, muy resumido, el aplicado para valorar económicamente la prohibición del uso de plomo en las gasolinas en 2001 en la Comunidad de Madrid (37), donde se analizó los niveles de plomo en sangre de los niños antes (1995) y después (2010) de la prohibición, calculándose el descenso de estos niveles en puntos de coeficiente intelectual y traduciendo éstos a la capacidad de producción ganada a lo largo de su vida laboral.


Con este pequeño aluvión de cifras y porcentajes, que hemos tratado de que resultara leve, simplemente queremos demostrar que las cuestiones económicas no pueden ser motivos para relegar la protección del planeta a un tema menor o no poner la defensa del medio ambiente entre las prioridades de la Humanidad. No obstante, sería un error limitar la importancia de la naturaleza y el medio ambiente a su valor económico o monetario, entre otras cosas porque inmediatamente pretenderíamos compensar con euros o dólares daños y pérdidas que son irreparables.
Podemos calcular el valor de una vida humana por la indemnización que tiene que pagar la compañía de seguros ante una muerte accidental o por el impacto en la productividad laboral de una baja, pero el valor de una vida humana es incalculable.
Podemos valorar los desastres de una guerra por el coste de la reconstrucción de los edificios e infraestructuras destruidos, por el monto total del valor de las armas utilizadas y la pérdida económica que supone, pero ni todo el oro del mundo compensarían un solo día de guerra.
Dañar el planeta, deteriorar su medio natural cuesta dinero, vidas humanas, desaparición de especies, alteraciones climáticas incontrolables y tantísimas cosas más, tangibles e intangibles, como para que protegerlo y defenderlo sea tan primordial para nuestra especie como su propia supervivencia.

Julian Green



Fuentes:
(2) eleconomista.com
(3)http://www.consumer.es/web/es/medio_ambiente/urbano/2011/02/16/198950.php
(5) http://www.magrama.gob.es/es/calidad-y-evaluacion-ambiental/temas/atmosfera-y-calidad-del-aire/PLAN_AIRE_2013-2016_tcm7-271018.pdf
(15)http://www.cei.gov.ar/userfiles/13%20La%20crisis%20financiera%20origen%20y%20perspectivas%20.pdf
(23)http://elpais.com/elpais/2014/12/03/planeta_futuro/1417610543_153774.html
(33) CSIT-UP
(35)http://www.magrama.gob.es/ministerio/pags/Biblioteca/Revistas/pdf_AM%2FAmbienta_2010_91_76_92.pdf

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