jueves, 2 de junio de 2011

El tiempo está loco... y este año más















Más allá de las evidencias científicas de los expertos en cambio climático de las Naciones Unidas, de la avalancha de noticias sobre los desmanes del clima en el mundo o las casi rutinarias catástrofes que a principios del invierno o  inicio de la primavera recorren cada año nuestro país como una lotería, vamos a centrarnos en este artículo en cómo la afirmación de su título tiene sus propias evidencias en Manzanares y su comarca.
Las “fuentes” para construir este, más que demostración, relato de una evidencia son la memoria colectiva, la observación del clima a lo largo de cuarenta años y un puñado de datos objetivos sobre nuestras lluvias y temperaturas.
Hay que empezar diciendo que, por supuesto, la alteración del clima no se demuestra por lo que pase en una comarca ni en una región del planeta ni tampoco por unas cuantas excepciones a la regla de vez en cuando: un verano lluvioso, un invierno cálido, un mayo frío, un año seco… eso ha ocurrido siempre, de allá pa cuando, y es normal… Lo que no es normal, lo que, sin ser meteorólogo o geógrafo, a cualquiera le puede extrañar o preocupar es que fenómenos como los citados ocurran con frecuencia o que, como explicaré luego, se den uno tras otro, casi todos los años… o en un solo año.
Conste que la memoria es poco de fiar cuando de meteorología hablamos. Llevo toda mi vida viendo cómo, tras lo más crudo del invierno, en cuanto vienen unos días suaves y nos creemos que el invierno ha acabado, se encierran en el armario las prendas de abrigo… que se tienen que sacar al cabo de poco diciendo aquello de “pero que ya ha vuelto el invierno”. Lo mismo ocurre cuando el verano da sus últimas bocanadas y nos creemos que ha acabado. De la misma manera en días de heladas echamos de menos nuestro cruel verano durante el que nos quejaremos de “la calor que hace”.
No obstante es fácil comprobar preguntando a los más antiguos, o no tanto, que estos inviernos de los últimos quince o veinte años ya no son lo que eran. En algún lugar leí –pero no recuerdo dónde, por lo que dejamos el dato en cuarentena- que la media de heladas anuales en nuestra comarca hace cuarenta o cincuenta años, era de 46, y últimamente de 26.  Según mis cuentas, esta media se mantiene a duras penas.
Pero no nos vamos a remontar tan lejos en el tiempo. Podemos observar cambios sustanciales mucho más recientes, en lo que llevamos de siglo.
De niños celebrábamos como una fiesta una nevada entre otras cosas por lo excepcional que resultaba. Tardaríamos varios años en volver a ver la nieve en el patio del colegio o en los tejados desde la ventana. Pues desde el invierno 2005/2006 hasta hoy sólo en uno de ellos, 2007/2008, no ha nevado. Y no sólo eso, ya no es que caiga una nevada “considerable” para lo que nieva aquí cada invierno; no son de extrañar varias nevadas en un mismo invierno y, a veces, dos días seguidos. En definitiva, más de uno hemos empezado a pensar en comprar cadenas y en aprender a ponerlas.
Llevo midiendo las lluvias en Manzanares unos quince años lo que me había llevado a tener la seguridad de que era casi imposible, o si acaso un hecho aislado y excepcional, que en un mismo día pudiera superarse los 30 litros de lluvia. Por mucho que llovía, incluida alguna tormenta de verano, nunca se llegaba a esa cantidad. Desde septiembre del 2007 ha habido siete días –mucho, si antes hablábamos de imposibilidad- en que se han superado los 30 litros y en tres ocasiones hemos perdido una de esas pocas ventajas que nuestro duro clima nos ofrecía: que nunca nos caía una como esas que salen en la tele de un montón de litros en un rato. Así, el 10 de septiembre del 2007 se recogieron más de 50 lts/m2 en algo más de una hora y el 10 de agosto del año pasado cayó tanta agua en hora y media como para superar lo que cabe en un pluviómetro doméstico… ¿60, 70 litros… más? De manera más reposada, el último día de Nochebuena se superaron los 54 litros.
Ya no debería sorprender a nadie que el verano, salvo algún temporal aislado, dure hasta el día de los Santos. Es frecuente acudir al cementerio con un día soleado y caluroso y, en cualquier caso, hasta entrado noviembre no hay un significativo descenso de temperaturas. Octubre, desde hace no pocos años, es un mes cálido con no pocos días de temperaturas casi veraniegas. Las Navidades raramente son ya crudas y solemos tener unos días de enero húmedos y suaves para empezar el año.
También en los últimos años nos encontramos cada vez con más frecuencia con “excepciones” que amenazan con dejar de serlas: un mayo ventoso y frío en el 2008, días de heladas nocturnas y temperaturas diurnas cercanas a los 20 grados en febrero de ese mismo año, días de 35 grados en mayo, veranos que no acaban de arrancar hasta casi mediar julio o días muy frescos allá por el 20 de agosto…
Con todo, este año, contando desde el verano del 2009 hasta julio del 2010, parece haber reunido casi todas las excentricidades climáticas posibles para desconcertarnos aún más y dejarnos la duda de si esto va a ser así siempre a partir de ahora.
Para empezar el verano de 2009 se prolongó hasta casi mediados de noviembre, pero no porque no hiciera frío. En octubre la mayoría de los días la temperatura superaba los 30 grados. Comenzado noviembre la cosa se suavizó pero, como digo, hasta casi mediados de mes el termómetro se acercaba a los 30.
Tras unas semanas de “normalidad”, el 14 de diciembre nevó de consideración -¿la nevada reglamentaria de los últimos inviernos?- y fue como una señal para que empezara a llover poco después y que siguiera lloviendo y lloviendo. ¿Quién recuerda unas navidades más lluviosas?
Empezó el año y siguió lloviendo, aquí, nada más y nada menos, que esas cosas no pasan, o nunca duran demasiado. La cosa se normalizó durante enero –tras nevar de manera considerable dos veces más, el 8 y el 10- y comenzó febrero… lloviendo cada día durante la primera semana. Luego marzo y abril no le fueron a la zaga.
Desde diciembre hasta febrero se recogieron, al menos en el patio de mi casa, 464 litros por metro cuadrado, una cantidad muy importante si pensamos que son pocos litros menos que los recogidos el año hidrológico –de octubre a septiembre- más lluvioso en muchos años, el de 1995/1996. Pero hay más: no fue un hecho aislado esa lluvia, ni unos cuantos días muy lluviosos; el período que cito de diciembre a febrero ocurrió algo más sorprendente, que estuvo lloviendo más de la mitad de los días y nublado más días aún, aquí, que tantísimos días de sol tenemos al año todos los años. De octubre del 2009 a junio del 2010 han caído 726 litros/m2, algo no visto en décadas. 
A pesar de la sensación que muchos han tenido de un invierno frío e inacabable, las lluvias suavizaron el frío “normal” de esas fechas y la mitad de las heladas de este invierno se han producido en febrero y marzo.
Después hemos alternado días calurosos (última semana de abril con temperaturas cercanas a los 30, primeros días de junio superando los 30 y llegando a 35/36 grados) con otros fríos (primera quincena de mayo, desapacible, con lluvia y días de puro corte invernal y mañanas con riesgo de helada; 9 de junio, con bajada de 20 grados de un día para otro y días sucesivos de lluvia y fresco, incluso con alguna helada)
Así las cosas aún hay audaces que nos pronostican un verano con 2 grados más de temperatura de la habitual… Escribo a principios de julio, tras un comienzo relativamente suave de mes y días posteriores de aire sahariano, con temperaturas extenuantes, rondando o superando los 40 grados, y arena en el cielo. Visto lo visto, ¿quién se atreve a pronosticar?
El tiempo está loco, pocos lo dudan ya. Seguramente los responsables somos nosotros. Por mucho que nos guste encontrarnos con calorcillo en Navidad o una bajada de temperaturas a finales de julio, nadie duda que eso no puede ser bueno.


Autor:  Julian Green. Junio 2010


(Puesto que este artículo se escribió en junio del 2010 se hace imprescindible añadir una nota: el verano fue caluroso, más o menos como siempre, sobre todo en julio. Una vez más tuvimos temperaturas cálidas durante octubre, lo que no evitó que algunas mañanas se rozara la helada. Nevó ligeramente el 3 de diciembre y luego vinieron las lluvias y otro hecho sobresaliente: en sólo dos días cayeron 98 litros -56 el 7 de diciembre y 42 el día 8-, algo también insólito, por dos días seguidos de tantísima lluvia y superar tan sobradamente los 50 litros con una lluvia intensa y constante. También resulta muy curioso el fuerte aparato eléctrico que acompañó a esas lluvias, propio de tormentas primaverales. Tras varios días de heladas en diciembre, a mediados de enero que escribo, el invierno está siendo muy suave, sin apenas frío durante el día)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Y tan loco: en cuatro meses ha llovido una vez, hasta hace unos días "disfrutábamos" de temperaturas veraniegas, hoy mismo he visto gente paseando en pantalón corto o en tirantes...
Esto está cambiando, no hay que ser un genio para darse cuenta.

Anónimo dijo...

hijos de puta toy que hago la pregunta es que pasara co el clima no que que pasa con el clima imbéciles de mierda no saben nada+