domingo, 1 de diciembre de 2013

Visita a los Reales Jardines Botánicos de Kew (parte I)


He tenido la oportunidad de conocer uno de los jardines botánicos más impresionantes del Mundo, los Jardines de Kew, situados en el sudoeste de Londres (Reino Unido). Esto ha sido posible gracias a los cursos de formación de profesores llevados a cabo por el Real Jardín Botánico Juan Carlos I (Universidad de Alcalá) y el Real Jardín Botánico de Madrid (Agencia Estatal Consejo Superior de Investigaciones Científicas) dentro del proyecto europeo “INQUIRE”. Un proyecto de tres años de duración que pretende extender la educación de las ciencias basadas en la indagación o en la resolución de problemas. En él, participan 14 jardines botánicos de 11 países europeos y está financiado por la Unión Europea bajo el 7º Programa Marco.
En la segunda semana de julio (del 8 al 11) de 2013 se celebró en los Jardines de Kew una serie de conferencias y talleres con el fin de transmitir y compartir las diferentes experiencias realizadas por los monitores, profesores y educadores que han participado en el proyecto. Durante esos días, además, de asistir a las conferencias y talleres los responsables de la organización, pusieron a nuestra disposición monitores que nos mostraron los rincones más sorprendentes del los Jardines de Kew. Por otra parte, el poco libre que tuvimos, la mayoría lo dedicamos a indagar por nuestra cuenta los lugares, espacios y plantas que más nos llamaron la atención.



Asustan un poco las increíbles cifras de los Jardines de Kew: (1) tiene una extensión de 120 hectáreas, es decir, el equivalente a unos 120 campos de futbol, (2) trabajan 700 personas junto a 400 voluntarios, (3) son visitados por más de 1.250.000 personas al año, (4) posee la colección de plantas vivas más grande del mundo con más de 20.000 especies, lo que representa un 10 % de la flora mundial, (5) en sus herbarios se conservan unos 8.000.000 millones de ejemplares (1.250.000 son hongos), lo que comprende el 98 % de todos los géneros del mundo, (6) cada año la colección va aumentando con 35.000 nuevos ejemplares, procedentes de todo el mundo, (7) son un centro de referencia en investigación botánica con 200 científicos, pertenecientes a 19 grupos de investigación, cuya misión es recolectar, identificar, descubrir, preservar y conservar las plantas, (8) poseen el mayor banco de semillas vegetales existente, habiendo logrado conservar el 10 % de todas las plantas silvestres del mundo y esperan  en los próximos años llegar al 25 %.
El Real Jardín Botánico de Kew tiene una historia de más de 250 años, su origen se encuentra en el jardín exótico construido por Lord Capellán de Twekensury, posteriormente agrandados por Agusta, Princesa de Gales y madre del rey Jorge III. Este rey los enriqueció con la ayuda de Willian Aiton y Sir Joseph  Banks, dos grandes botánicos de la época. En 1840  los jardines cambiaron su estatus a un jardín botánico nacional. A lo largo del tiempo se han ido construyendo diversos edificios, entre los que podemos destacar “La Casa de la Palmera” (The Palm House), un invernadero que constituyó la primera gran estructura de hierro fundido de Inglaterra entre 1841 y 1849  . Actualmente es uno de los edificios más emblemático de Kew y de los más fotografiados. Está formado por más de 16.000 paneles de cristal y 200 toneladas de hierro. En él se encuentran dos curiosidades: (1) la planta de interior más alta del mundo, que es la Palma de coquitos (Jubaea chilensis), procedente de Chile, y la plantas más antigua en maceta, una cicada, Encephaahlartos altensteinii, con más de 234 años. Un poco más tarde ya en el siglo XIX se construyó, otro enorme invernadero, que doblaba en tamaño al anterior, “La Casa Templada” (The Temperate house), la mayor
estructura Victoriana de hierro y cristal que existe y que actualmente se está remodelando. En 1987 se inauguró el tercer invernadero, el “Princesa de Gales” (Princess of Wales), un impresionante invernadero que alberga diez diferentes zonas climáticas con sus correspondientes plantas, lo que nos permite realizar un viaje imaginario por los principales ecosistemas de la Tierra (selvas, desiertos, etc.).  En el 2003, los jardines de Kew entraron a formar parte de la selecta lista de Sitios Patrimonio de la Humanidad. Recientemente, se ha construido “La casa Alpina” (Alpine House) un espacio pensado para las plantas que viven en la alta montaña, con un diseño de ingeniería único que permite enfriar el habitáculo con el mínimo gasto energético.
Los jardines de Kew son un excelente lugar para descubrir y contemplar muchas de las maravillas del mundo vegetal, representadas por plantas de lo más curiosas e interesantes. Una de ellas, que llamó mi atención poderosamente, fue el aro gigante o flor cadáver (bunga bangkai en indonesio) y cuyo nombre científico es Amorphophallus titanun, literalmente “falo amorfo titánico” ya que hace alusión a la forma de su inflorescencia. Es una planta herbácea tuberosa que produce una inflorescencia en espádice, una especie de “tallo” donde se localizan las flores, similar al que presentan las populares calas, y que puede alcanzar casi los 3 metros de altura, por ello llamada a veces a veces erróneamente la “flor más grande del mundo” (sería la inflorescencia). Es una especie originaria de Sumatra (Indonesia) y por esta razón podemos localizar varios ejemplares en la zona climática dedicada a las selvas
tropicales del invernadero “Princesa de Gales”. Su ciclo de vida es muy peculiar, comienza con una semilla de unos 15 gramos de peso, del que sale una sola hoja verde, que cuando se desarrolla parece un pequeño arbolillo. Esta hoja le suministrará los nutrientes necesarios para que vaya creciendo el bulbo que se encuentra enterrado bajo tierra. Cuando lleva la estación seca la hoja se caerá para que en la siguiente estación de lluvias vuelva a surgir, este ciclo se puede repetir numerosas veces hasta que el bulbo adquiera un tamaño aproximado de dos metros y pese 25 kilos. En este momento la planta esta lista para desarrollar su primera inflorescencia. Esta se compone de un espádice (espiga) o especie de apéndice largo que está protegida por una espata (hoja que nace del pedúnculo de las flores de ciertas plantas y suele diferir de las hojas verdaderas por la forma, la consistencia y el color), de color verde por fuera y rojo intenso por dentro, que se abre al madurar formando una estructura acampanada en la base de la inflorescencia. La espádice (espiga) de color amarillo pálido y forma de falo, presenta en su base diminutas flores femeninas (reducidas al pistilo) y por encima de ellas se localizan las flores masculinas.
La estapa se abre por la tarde y durante la primera noche las florecillas femeninas florecen. Un fuerte olor a carne muerta es desprendido a intervalos cortos y esa noche. Se dice que la planta está en su fase femenina. Hacia el final de la primera noche la estapa se puede cerrar un poco. Durante la segunda noche, las flores masculinas florecen, produciendo una masa de polen amarillo y, durante el segundo día, la  estapa se cierra por completo. Al final del tercer día toda la inflorescencia se derrumba.
Su polinización depende de pequeños insectos (abejas, moscas o escarabajos), que son atraídos por su fuerte olor, incluso si están a 20 km de distancia. Los insectos creen que están ante un animal muerto en descomposición que desprende un característico olor a pescado podrido y la temperatura que alcanza el centro de la inflorescencia similar a la del cuerpo de los mamíferos. Estas dos características, olor y temperatura, facilitan el engaño, ya que los insectos creen que están convirtiendo en esclavos de la planta y las flores morirán a los pocos días y las larvas no podrán prosperar. Pero, por qué es tan grande esta inflorescencia y tiene está forma tan característica en forma de falo. La respuesta se encuentra en el olor y la temperatura, ya que la espádice (espiga) actúa a modo de chimenea, pudiendo dispersar su perfume a grandes distancias por toda la selva informando de su presencia.
Es una planta que puede vivir unos 40 años y en toda su vida produce unas tres o cuatro inflorescencias. Entre todos los jardines botánicos del mundo un total de 135 inflorescencias se han sido observadas. En Kew la última floración ocurrió en el 2003.

Otra planta impresionante, tanto por su tamaño como ciclo de vida, es la Victoria amazonica (sinónimo de V. regia) o nenúfar gigante del Amazonas. Esta planta tiene unas hojas que pueden llegar a medir los dos metros de diámetro y pueden aguantar el peso de un pequeño niño y si se distribuye correctamente el peso puede soportar los 45 kilos. Sus flores son bastante grandes, miden 30 cm, y su aspecto va cambiando a lo largo de su existencia. Al atardecer, se abre una flor de color blanca que desprende un intenso olor dulce con el fin de atraer a los escarabajos. Por la noche se cierra, dejando en su interior atrapados a los escarabajos que quedarán impregnados de polen. Además los pétalos blancos irán cambiando de color hasta convertirse en una flor rosa. Pasado un día, la flor se abre dejando escapar los escarabajos que transportarán el polen hasta una nueva flor blanca, evitando la autopolinización, debido a que las flores de color rosa no los atraen ni por el color ni por el olor (ya que no lo desprenden). Y finalmente, las flores pocas horas después de su polinización se marchitarán.
Muy cerca y en el mismo espacio es posible observar los lotos sagrados (Nelumbo nucifera), que son muy similares a los nenúfares. Ambas planas se pueden diferenciar fácilmente porque los lotos presentan las hojas y las flores por encima del agua, dispuestas en tallos, en lugar de estar flotando como ocurre con los nenúfares. Es sorprenden observar como las hojas de los lotos siempre están limpias de polvo y los líquidos resbalan sobre ella. Esta propiedad hidrófuga ha inspirado el término “efecto loto”, el cual está siendo estudiado para fabricar tejidos que no se manchen con los líquidos. Esta capacidad de autolimpieza de las hojas es debida a la compleja nanoestructura de la superficie foliar que minimiza la adherencia y por ello las partículas de suciedad son removidas por las gotitas de agua.
Para ver la increíble diversidad de colores que presentan las flores de los nenúfares debemos visitar uno de los lugares más bonitos de Kew, se trata de la  “Casa de los nenúfares” (Waterlily House) un pequeño invernadero, con un estanque central. Allí, nos hablaron de la curiosa historia del nenúfar enano ruandés (Nymphaera thermarum). El nenúfar más pequeño del mundo con hojas de apenas 1 cm de diámetro y la única especie de Nymphaera que crece en barro húmedo en lugar de hacerlo dentro del agua. Fue descubierta en 1987 por el botánico alemán Fischer. Su distribución se limitaba a las aguas dulces termales presentes en la localidad de Mashyuza (sudoeste de Ruanda). Hace unos años desapareció debido a la sobreexplotación de los manantiales termales y no se conoce ninguna planta que haya sobrevivido en estado silvestre. Con gran intuición de lo que podía ocurrir el profesor Fischer trasladó unas pocas plantas al Jardín Botánico de Bonn, donde los horticultores pudieron mantener la planta pero no eran capaces de hacer que las plántulas pregerminadas se desarrollasen y produjeran nuevamente flores, para poder propagar la planta. En el 2009 como resultado de un intercambio de  plantas llegó a Kew un puñado de semillas y unas plántulas pregerminadas.
Las plántulas de N. termarum se cultivaron inicialmente sumergidas bajo el agua como cualquier otro nenúfar. Pero, en ambos jardines botánicos, este método no tuvo éxito, ya que las plantitas no alcanzaban la madurez. Con el fin de conseguir multiplicar esta planta, se puso manos a la obra Carlos Magdalena, el horticultor español que lleva varios años trabajando en Kew y que tiene un gran historial a la hora de recuperar las plantas más raras y difíciles, muchas de ellas al borde de su extinción. Carlos realizó multitud de experimentos y pruebas, pero la clave la encontró al investigar sobre el hábitat natural donde crecía el nenúfar enano, dándose cuenta que a diferencia del resto de los nenúfares no crecía sumergida en las aguas profundas de lagos, ríos o pantanos, sino que crecía en un ambiente húmedo  al borde de los manantiales termales. Con estos datos Carlos hizo un último ensaño y pudo comprobar cómo las plantas crecían y en noviembre de 2009, la colección viva de N. thermarum de Kew floreció por primera vez. Actualmente, en Kew hay más de 50 plantas del nenúfar enano ruandés y es el único lugar del mundo en el que se multiplica periódicamente y en grandes cantidades. En el futuro existe la posibilidad de restaurar el lugar de origen y reintroducirla.
Como hemos podido comprobar los Jardines de Kew son un lugar para disfrutar, contemplar, estudiar, conservar y maravillarnos del mundo vegetal. Pero aquí, solo hemos visitado y descubierto una pequeña parte de los múltiples tesoros presenten en Kew, que continuaremos describiendo en próximas entregas.

Bibliografía y referencias

Autor: José Luis Olmo Rìsquez. Biólogo y profesor de educación secundaria en el IES “Azuer” de Manzanares (Ciudad Real). Dirección de contacto jlorisquez@gmail.com






Excelente documental dirigido por David Attenborough que nos muestra a través de todo un año en los Jardines de Kew algunas de las maravillas del reino de las plantas.




Un interesante libro escrito por Will Benson donde nos hace un recorrido por la historia evolutiva de las plantas utilizando como recurso los Jardines de Kew. Este libro contiene unas fantásticas fotografías y es un completo a la serie documental del reino de las plantas.
 

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