sábado, 14 de abril de 2012

¿Qué esconde el coche eléctrico?


Parece que por fin se ha encontrado la piedra preciosa que puede convertir el transporte en sostenible. Todas las empresas del motor presentan prototipos de vehículos ecológicos. Parecen convencidos de su responsabilidad en el cambio climático. Pero, si es así, ¿por qué las emisiones sólo crecen y en los concesionarios, al lado de unos pocos vehículos eficientes, exponen todo terrenos? ¿Es la industria automovilística la nueva salvadora del clima? 
La Historia apunta a que entre 1832 y 1839 se construyó el primer vehículo eléctrico puro. Poco a poco se introdujeron avances. Pero llegó el motor diésel y el gasolina, el arranque eléctrico y la producción en cadenas de montaje. La investigación e innovación dirigió sus esfuerzos hacia el motor de combustión interna y el tiempo pasó. Y la era del abuso del petróleo nos traslada hasta hoy.
 Las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes del sector del transporte ya alcanzan una cuarta parte del total de las emisiones españolas y han crecido casi el doble (80%) desde 1990. Todo el sector incluye transporte rodado, ferrocarril, navegación y aviación nacional. Los vuelos y la navegación internacionales todavía no están incluidos en el Protocolo de Kioto. Sólo en España, si esas emisiones ya se hubieran tenido en cuenta, el total de emisiones del transporte habrían aumentado un 96%, debido a que la aviación internacional casi ha triplicado sus emisiones entre 1990 y 2008, el 141% en el caso de la navegación.

Qué es un vehículo eléctrico.
Los vehículos eléctricos puros son aquellos que utilizan para pro-pulsarse electricidad almacenada en baterías o generada in situ con diferentes técnicas. La mayoría de prototipos presentados en el mercado usan baterías de litio y no son puramente eléctricos sino híbridos, que se pueden enchufar o no. En cambio, un vehículo híbrido se define como un vehículo que dispone de, al menos, dos tipos de propulsión diferentes.
El más común es el que combina un motor de combustión interna (diésel o gasolina) con uno eléctrico. Sus ventajas son que se evita usar los regímenes de trabajo más ineficientes del motor de combustión interna y se puede introducir fácilmente la recuperación de la energía de la frenada, por ejemplo.
Para todos los turismos, en 2009 se aprobaron los estándares europeos de eficiencia en el consumo de combustible, tras más de veinte años de oposición por parte de la industria automovilística.
Esta norma establece cifras máximas de gramos de CO2 por kilómetro recorrido para dentro de unos años. Es decir, los automóviles vendidos en Europa en 2015 no podrán emitir más de 130 gCO2 /km y se propone que no se rebasen los 95 gCO2 / km en 2020.
La principal conclusión es que la única forma de garantizar que se introduzca la electricidad en la automoción es el establecimiento de límites muy ambiciosos en las emisiones de los coches. Asimismo, diversas organizaciones, Greenpeace entre ellas, han publicado informes que demuestran que se pueden lograr objetivos más ambiciosos (80 gCO2 /km para 2020 y 50 gCO2 /km para 2030) pero que es la industria la que no quiere (ya está presionando en contra también de los estándares de eficiencia para las furgonetas).

Las trampas de la legislación.
Que la eficiencia no es la principal preocupación de la industria se muestra con el engaño que logró introducir en el reglamento europeo sobre eficiencia en los coches: los supercréditos. Es la norma que permite a los fabricantes de automóviles vender 3,5 vehículos de elevadas emisiones por cada coche eléctrico que sea adquirido, sin que esto afecte a su objetivo global de reducción de las emisiones de CO2 . Por ello, Greenpeace ha denunciado que si se llegara a cubrir un 10% del total de la venta de coches con vehículos eléctricos podría suponer un aumento del 20% del consumo de petróleo y de las emisiones de CO2 del sector automovilístico europeo, debido al aumento de coches de alta cilindrada en las carreteras europeas.

Con qué se carga.
España gastó en 2008 más de 28.000 millones de euros en importación de crudo puesto que el 99,8% del petróleo que se utiliza es importado. El 66% del petróleo se usó para mover personas y objetos. El 43% de todos los productos petrolíferos se destinaron a la automoción.
Teniendo en cuenta estas cifras, el vehículo eléctrico, sea moto, furgoneta, coche u otro, es un gran instrumento para disminuir la utilización de petróleo, lo que conlleva el descenso de la dependencia energética y de las emisiones de CO2 . Pero hay que recordar que un coche eléctrico funciona con baterías que hay que cargar cuando están agotadas.
Si se tiene en cuenta que el 72% de la electricidad procede de energías sucias, la recarga conllevará demanda energética cubierta por las fuentes de energía responsables de las emisiones de CO2 y residuos nucleares. Es decir, si de verdad se quiere llegar al pico de emisiones de CO2 en 2015 tal y como proponen los científicos, es necesario aprovechar al máximo todas las herramientas a nuestro alcance. El vehículo eléctrico es una de ellas pero habrá que seguir mirándolo con lupa para evitar que se desarrolle otra fuente más de aumento de emisiones, sólo que “vestida de verde”.

      Texto: Isabel Rivera
      Revista GREEN 3-10

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