viernes, 25 de noviembre de 2011

Detectives de la naturaleza: el C.S.I. de la fauna (parte I)



















Huellas, deposiciones, restos de comida, pelos, plumas, mudas u otras señales son las pistas o indicios que nos permiten descubrir la presencia de determinados animales y de sus actividades sin necesidad de tenerlos que ver directamente.
En este trabajo vamos a realizar un pequeño repaso a las principales rastros y señales dejados por los animales, así como de las diferentes técnicas y métodos que tenemos para poderlos estudiar con más detalle.
Comenzamos nuestro repaso de pistas e indicios con las diferente tipos de huellas y terminaremos con otras señales más específicas y menos conocidas.
Huellas
Podemos dividir este tipo de rastro en dos grandes grupos: huellas fósiles y huellas actuales.
Las huellas fósiles son todos aquellos rastros dejados por los animales que vivieron en tiempos pasados. A este grupo pertenecen las icnitas o pisadas fósiles y las galerías y túneles fosilizados.
Las icnitas más conocidas son las de los dinosaurios. Estas se formaron cuando los dinosaurios caminaban por un terreno blando donde pudieron quedar impresionadas sus pisadas y posteriormente fueron rellenadas con otros sedimentos, para que finalmente el acúmulo de sedimentos y el paso del tiempo las transformaran en fósiles conservándolas hasta nuestros días. El estudio de las icnitas nos permite conocer el tamaño del dinosaurio, su peso, si
era bípedo o cuadrúpedo, si iban en manadas o eran solitarios o si protegían a sus crías. Es decir, una valiosísima información que sus huesos fósiles no nos podía suministrar.
Otros icnofósiles (restos fosilizados de la actividad de organismos de épocas pasadas) muy característicos, que además podemos encontrar aquí en Ciudad Real con cierta abundancia, son las crucianas. Estas son los pistas de locomoción dejadas por los trilobites, una especie de artrópodos que vivieron únicamente durante la era Primaria o Paleozoico (540-250 m.a.). Normalmente se encuentran los contramoldes, en relieve invertido, en rocas de arenisca
o cuarcitas.
Los coprolitos o excrementos fósiles se han encontrado de diversos animales fósiles, pero los más abundantes pertenecen a los dinosaurios, y son de gran interés ya que nos permite determinar su dieta y con ello conocer el entorno donde vivían.
Las huellas actuales son dejadas por los animales cuando pisan un suelo húmedo o terreno con barro. Estás pistas nos puede permitir identificar al animal que las dejo, así como donde se encuentra su guarida o si iba corriendo o caminando.
Aquí, podemos ver algunas de las huellas de los mamíferos y característicos de nuestros campos, bosques o fauna callejera.
Resulta muy fácil realizar una colección de las huellas que podemos ir encontrando en nuestro entorno, para posterior identificarlas con más facilidad en la naturaleza.
Para ellos necesitamos, escayola en polvo y algunas tiras de cartón fino (de unos 30 centímetros de largo por 5 ancho), unos cuentos clips, una paleta, una cubeta de plástico, una cuchara vieja, algunos periódicos y un agua para hacer la escayola.
El procedimiento para sacar el molde es el siguiente:
1. Se buscan pisadas recientes y bien conservadas.
2. Se anota toda la información que podamos observar sobre las mismas.
3. Se forma un cilindro con el cartón de un perímetro que abarque a toda la huella y se sujeta con los clips. Este se clava suavemente en el barro alrededor de la pisada.
4. Se prepara la escayola en la cubeta, utilizando la cantidad suficiente para llenar la depresión producida por el pie del animal y cubrirla con una capa de unos 2,5 cm de espesor.
5. Se vierte la mezcla de escayola sobre la huella y se deja unos 15 minutos para que fragüe y se endurezca la escayola.
6. Sacar el cilindro con la paleta y envolverlo en papel de periódico para llevarlo a casa.
7. En casa limpiar el molde retirando las tiras y el barro adherido a la escayola.
8. Opcionalmente se puede pintar las partes sobresalientes del molde y utilizarlas para hacer una impresión plana sobre                                                                   papel. O bien empotrar el molde en arcilla de modelar y hacer una reproducción fiel.
Resulta muy fácil diferenciar las pisadas de las aves de la de los mamíferos, ya que las primeras suelen tener tres dedos muy largos terminados en unas uñas pronunciadas, mientras que los mamíferos suelen presentar huellas más diversas pudiendo distinguir a los mamíferos con pezuñas de los que presentan almohadillas.
Egagrópilas
Las egagrópilas son restos de alimentos no digeridos (pelos, huesos, partes duras de insectos...), regurgitados (echados por la boca) por algunas aves rapaces nocturnas (lechuzas, búhos, mochuelos), algunas rapaces diurnas (cernícalo, halcones), gaviotas, cigüeñas y ciertos córvidos (urracas, grajos).
Las egagrópilas suelen encontrarse en los campanarios, edificios abandonados, base de los árboles, desvanes y acantilados rocosos.
Lugares donde las aves se suelen posar, duermen o están cerca de sus nidos.
Las aves que echan esas bolitas por su boca suelen hacerlo dos veces al día: una por la mañana y la segunda poco antes de partir para otra cacería nocturna.
Las egagrópilas son una fuente de información muy buena para saber la alimentación de las aves que las producen. Esta información es de gran valor en el estudio de estas aves. Además, nos informan indirectamente de las especies presa (musarañas, ratoncillos, topillos).
Cada tipo de aves produce egagrópilas con unas características peculiares:
Las egagrópilas de las rapaces nocturnas, suelen ser grises y siempre tienen restos de los huesos de sus víctimas. Las egagrópilas de lechuza de reconocen
fácilmente porque están revestida de una costra lisa negruzca, suelen ser esféricas o cilíndricas y con un diámetro de 2,5 cm y una longitud de unos 5 cm.
Las egagrópilas de las rapaces diurnas no tienen huesos, o como mucho pequeños trocitos de hueso a medio digerir. Esto es debido a que sus jugos digestivos son más potentes.
Las gaviotas regurgitan egagrópilas mucho más variadas y suelen aparecer restos de hierba o paja, espinas de pescado y trozos de conchas de moluscos.
Por último, las de las urracas y cornejas suelen ser de color claro ya que contienen una gran cantidad de paja, piedrecillas y restos de insectos.
Cuando analizamos una egagrópila previamente a su disección, nos fijaremos en su tamaño, textura y forma para determinar a qué animal pertenece. Posteriormente realizaremos su disección y para ello tenemos dos métodos:
Método húmedo: consiste en sumergir la egagrópila en un recipiente con agua durante 10 minutos y una vez blanda con las pinzas y agujas se irá desmenuzando.
Método seco: consiste en desmenuzar en seco la egagrópila, sacando los restos óseos con ayuda de las pinzas y agujas.
Una vez extraídos los huesos, los podemos blanquear con agua oxigenada.
Es importante no dejarlos mucho tiempo ya que los dientes se desprenden de las mandíbulas.
Finalmente, se ponen los huesos a secar y se pegarán en una cartulina de color oscuro, agrupados según el tipo de hueso: costillas, vértebras, fragmentos de cráneos, huesos de patas, anillos óseos, dientes, mandíbulas, etc.
Plumas
Las plumas son la principal característica de las aves. Cubren su   cuerpo, proporcionando una eficaz protección contra el frío, son igualmente indispensables para el vuelo. También, son fundamentales para llamar la atención de su pareja, incubar sus huevos o simplemente para mantener el equilibrio cuando está en el suelo.
Las plumas están formadas por una materia proteica, la queratina, que les confiere resistencia y flexibilidad.
La estructura básica de una pluma consta de un cañón o raquis central del que parten múltiples filamentos de queratina llamados barbas, de las que parten otros filamentos más finos denominados bárbulas (ganchuda y lisa).
Una sencilla clasificación de los diferentes tipos de plumas presentes en las aves se muestra en la siguiente tabla:
En cualquier época del año puede recogerse plumas durante un paseo por el campo o la ciudad y con ellas poder hacer una interesante colección que nos facilitará posteriores identificaciones de las aves a las que pertenecen.
Por ejemplo, las plumas de las aves rapaces nocturnas son muy aterciopeladas, para no hacer ningún ruido al volar y poder capturar ratones en plena noche silenciosa. Las plumas de los pájaros carpinteros y muchos otros son de vivos colores, y las de la cola -en la que se apoyan para subir por los troncos- son muy duras. Las de las aves acuáticas tienen una grasilla especial para que no se mojen. En definitiva; coleccionar plumas puede ayudarte a conocer mejor a las aves y a descubrir su presencia en el monte cuando te encuentres alguna.
Algunas plumas son fáciles de distinguir, pero la mayoría son más complicadas. Por ello la zona donde se encuentran constituye, a veces, una buena pista. En otras ocasiones no quedará más remedio que emplear guías para su identificación.
Pero las plumas también nos pueden dar información de los depredadores que han capturado un ave. Por ejemplo el armiño europeo despluma las aves mordiendo las plumas en su base. Las aves de presa arrancan las plumas atenazando con el pilo la base de la parte plana del raquis y el zorro corta frecuentemente las plumas limpiamente en dos.
 
Excrementos
El tamaño, forma, color y textura de los excrementos de los animales resulta una prueba tan certera como la observación de propio animal. En muchas ocasiones en los que los animales son muy escasos o esquivos de ver, como el
lobo, las observaciones de sus heces han sido imprescindibles para averiguar pautas de su comportamiento y realizar un censo aproximado de las poblaciones.
En el caso de las aves también son bastante indicativas, pero al igual que en caso de los mamíferos requiere práctica en su identificación.
Una forma práctica de tener una colección de este tipo de pistas es mediante la fotografía de las mismas.
Otra fuente importante de información son los coprolitos o excrementos fósiles que se han encontrado de diversos animales del pasado, siendo los más abundantes los que pertenecen a los dinosaurios. Estos son de gran interés ya que nos permite determinar su dieta y con ello conocer el entorno donde vivían.
Mudas y caparazones
Estos restos son típicos de los artrópodos ya que estos animales necesitan desprenderse de sus esqueletos externos para poder crecer.
Los más típicos de encontrar pertenecen a los crustáceos como son los cangrejos, las gambas, langostinos o bogavantes.
En este grupo de pistas se pueden incluir las conchas pertenecientes a los moluscos, siendo las más conocidas las pertenecientes a los gasterópodos (moluscos de una concha como el caracol) y a los bivalvos (moluscos con dos conchas como las almejas). En el caso de los moluscos cefalópodos algunos de ellos presenta una concha interna como la sepia o calamar, denominada, pluma, gladio o jibión.
Siempre es interesante realizar una pequeña colección de conchas.
Para ello necesitamos una caja donde ir guardando las conchas que vayamos encontrando de forma ordenada e intentando poner su nombre correspondiente.
Previamente es conveniente limpiar las conchas con un cepillo de los dientes y un poco de agua con jabón para eliminar la suciedad.
Otro grupo de mudas que frecuentemente podemos encontrar son las producidas por los insectos, siendo muy típicas las dejadas por las cigarras o las efímeras. Lamentablemente esas mudas no perduran mucho en la naturaleza ya que se degradan fácilmente.
Entre los vertebrados, las mudas de la piel de las serpientes son las más características. Las serpientes al igual que el resto de los reptiles tienen una piel compuesta por escamas.
Estas escamas presentan una fina cubierta epidérmica, transparente, la cual se reemplaza cada cierto tiempo, y que depende de la alimentación, la especie de ofidio, el estado fisiológico o el hábitat, y puede ir desde una a ocho veces o más al año. A diferencia de los saurios (lagartos) que la cambian a jirones, las serpientes suelen hacerlo en una sola pieza. En el caso de las serpientes la muda es algo vital, por ejemplo las recién nacidas no se alimentan hasta que no hayan realizado su primera muda.
Otros rastros y señales:
nidos, tecas, huevos, restos de comida, etc.
En este grupo de pista se pueden incluir los nidos, las tecas, los restos de comida, los huevos, las agallas, avisperos y los cráneos y otros restos óseos, es decir, un grupo muy diverso y dispar de señales y por ello lo desarrollaremos
en detalle en otro artículo.
Como hemos podido comprobar un naturalista que sea observador y experimentado podrá ser capaz descubrir la presencia de determinados animales y sus costumbres sin necesidad de verlos directamente, únicamente reconociendo los diferentes rastros y señales que dejan.

Autor: José Luis Olmo Rísquez
Bibliografía
http://www.barbastella.org/mastozoologia/rastros_mamiferos.htm
http://www.rutasyviajes.net/documentos/huellas/huellas.html
http://www.grupoazor.info/huellas.htm
http://farucos.blogia.com/temas/coleccion-de-plumas-de-ave.php
http://fosil.com.es/Huellas_fosiles.html
http://palaeos-blog.blogspot.com/2011/05/1.html
http://www.educarm.es/admin/webForm.php aplicacion=NATURA&mode=ampliacionContenido&web=6&ar=32&sec=69&cont=1639&recurso=N&zona=PROFESORES&menuSeleccionado=
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