Desde hace años venimos oyendo, al menos a nivel comarcal, cómo en algunas zonas de la comarca de La Mancha – Daimiel, Villarrubia- el subsuelo debía de estar ardiendo por las múltiples humaredas que salían de su interior, llegando a dificultar la visión en algunos tramos de carretera.
Recientemente la noticia provenía de las Tablas de Daimiel: las Tablas ardían y se pretendía inundarlas para acabar con ese incendio.
¿Cómo era posible que ardieran humedales?
Por la sencilla razón de que estaban secos.
La turba –material orgánico rico en carbono que se forma por la descomposición de vegetales en zonas húmedas- al bajar el nivel freático también se había ido secando y comenzó a oxidarse y a arder al entrar aire desde la superficie a través de grietas y resquebrajamientos del suelo.
La solución para acabar con ese incendio fue inundar las Tablas mediante un trasvase, pero fueron las abundantes e inusuales lluvias de finales del 2009 y principios del 2010 las que lo lograron.
El daño, no obstante, es irreversible. Al quemarse la turba, el subsuelo queda hueco, se hunde la superficie, se producen grandes oquedades y el agua de los cursos fluviales superficiales puede ir directamente al subsuelo, interrumpiendo su recorrido.
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