Es
difícil leer el libro Nuestro futuro
robado, publicado en España a finales de los noventa por la Asociación Vida
Sana junto a otras organizaciones, cerrarlo y pasar a pensar en otras cosas.
Las evidencias que muestra sobre la amenaza del sinfín de sustancias químicas
sintéticas que hemos producido y esparcido por todo el planeta y la magnitud de
las consecuencias de éstas sobre nuestra salud y la del resto de especies que
lo pueblan plantea demasiadas preguntas que entonces no tenían una clara
respuesta.
Muchos
años después, queremos saber cuántas de estas amenazas se han convertido en
realidad, cuántas otras evidencias han surgido y de cuánto ha servido la voz de
alarma surgida en aquel libro y en su posterior difusión.
Para
ello nos hemos dirigido a la Asociación Vida
Sana y hemos conversado con Pedro Burruezo, director de The Ecologist sobre
todas estas cuestiones.
Podemos calificar Nuestro
futuro robado como un libro inquietante, casi de terror. Sin duda sobrecoge
a un profano en estas cuestiones saber que este tipo de sustancias están en
cualquier rincón del planeta por recóndito que sea y en el cuerpo de cualquier
animal, incluidos los seres humanos, por muy aislado que se encuentre. Más aún
cuando sus efectos se pueden manifestar en individuos sanos, al cabo de mucho
tiempo y de manera irreversible… ¿Tenemos
conciencia de todo esto cuando usamos un insecticida, un herbicida o
simplemente cuando hacemos la compra?
La
mayoría de la población no tiene ninguna información al respecto y me temo que
le importa muy poco, pues hay otros temas que centran su interés: resultados
deportivos, el pago de la hipoteca, las aventuras de Paquirrín… No saben, y no
quieren saber, que la información de ese y otros libros les concierne muy
directamente. Allá ellos. Sí hay, de todos modos, minorías cada vez más amplias
que quieren saber, que quieren informarse, personas que no están dispuestas a
tragar con todo. Porque empresarios y multinacionales que están corrompiendo el
planeta actúan de forma impune, al menos hasta ahora. Es una vergüenza para la Humanidad lo que está
pasando. Las generaciones del futuro escupirán sobre nosotros. La contaminación
de productos químicos tendrá efectos en muchas generaciones posteriores y
también en la biodiversidad.
Fue en las primeras décadas posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial cuando
se comenzaron a producir sustancias químicas sintéticas de manera masiva y
descontrolada, ¿En qué situación estamos
en estos momentos en cuanto a producción y control de lo que se produce?
Por
un lado, parece que hay más control y se han activado diversos protocolos en
los países del Norte para controlar el asunto. Esto es lo que parece. Pero la
verdad es que la contaminación química está presente y lo seguirá estando, de
forma muy destructiva para la salud humana y la fauna, si no hay una voluntad
firme política de acabar con la impunidad de empresas y estados. Se siguen
utilizando productos masivos de gran peligrosidad y surgen otros nuevos sin que
nadie ponga ningún veto. El tema es algo parecido a lo que ocurre con la
energía nuclear. Hasta hace poco, la industria seguía diciendo que la energía
nuclear era la más segura. Y llegó Fukushima. Pero aquí no pasa nada. Todo el
mundo sigue con lo suyo porque están en juego millones y millones de dólares y
también mucho más que eso. No se lleva a cabo el Principio de Precaución.
Cuando un producto químico aparece en el mercado, son los consumidores los que tendrán que demostrar si es
nocivo. Esto es una barbaridad… Somos una especie de estúpidos.
El Convenio de Estocolmo sobre Contaminantes Orgánicos Persistentes
acordó en 2004 la eliminación de nueve de estos compuestos y la restricción de
otro más; España ratificó ese mismo año el Convenio, ¿se tiene constancia de algún tipo de incumplimiento en nuestro país de
lo suscrito en ese Convenio?
No
puedo contestar con certeza absoluta a esta pregunta. Pero yo diría que lo más
peligroso no es lo que está en los papeles sino lo que no está. Es decir, que,
ahora mismo, estamos sometidos todos a productos “legales” que están en
nuestros alimentos, perfumes, jabones, dentífricos, plásticos… y nadie ha
demostrado que sean ni inocuos ni seguros. Las consecuencias de estar sometidos
a ellos se van viendo poco a poco, mientras la industria juega a despistar.
Estamos expuestos a miles de productos en pequeñas dosis que, combinadas entre
sí, son explosivas y causan todo tipo de patologías. Enfermedades que antes
casi no existían son ahora “normales”. Aumentan las patologías extrañas. El
cáncer está por todas partes y son cada vez menores los individuos que lo
padecen. Son cada vez más las personas que tienen serios problemas para
concebir. Yo invitaría a la población a que leyera, por ejemplo, los artículos
de Carlos de Prada, los informes de Nicolás Olea… Parecen ciencia-ficción. Pero
son realidad. Mientras, la población sigue pensando en el sueño lisérgico
americano. Pan y circo. Mientras estamos destrozando el planeta… y a nuestra
propia especie.
En el momento en que se publicó en nuestro país Nuestro futuro robado era difícil
encontrar botellas de agua que no estuvieran fabricadas con PVC, material que
se utilizaba también, por ejemplo, en mordedores para niños; aún no era del
dominio público los riesgos del bisfenol A, presente en muchos tipos de
envases… Este tipo de productos fabricados con estos materiales han
desaparecido en gran medida, ¿qué otros
avances en este sentido se han dado en nuestro país desde que comenzó este
siglo?
No
quiero alarmar a nadie, porque se supone que esta entrevista la va a leer gente
adulta y consciente. Lo cierto es que, según mis últimas informaciones,
materiales muy peligrosos se están utilizando en la actualidad y están por
todas partes. Además, una vez que entran en la cadena trófica… la cosa se
complica muchísimo. Nuevas investigaciones independientes muestran la toxicidad
de otros plásticos y productos que hasta ahora creíamos inocuos, como muchos
materiales presuntamente inertes que se utilizan, por ejemplo, en los
hospitales. Y está a la orden del día qué está pasando con las poblaciones de
abejas y de aves debido al uso de pesticidas en la actividad agraria. Por otro
lado, la esterilidad en la población humana será cada vez más un problema muy
acuciante. ¿Es que la contaminación química se les ha ido de las manos o hay
una dirección oscura detrás de todo esto con planes eugenésicos? Un estudio
sobre contaminación química, fármacos y otros contaminantes, alrededor de la
depuradora de Guernica, demuestra que los crustáceos han tenido cambios en su
sexualidad, hasta el punto de que ya apenas quedan machos en esa zona. El
asunto es gravísimo. Cada día hay estudios que demuestran nuevos problemas
surgidos en torno a la contaminación y sus consecuencias, pero nadie hace nada
serio en contra porque los lobbies de las grandes empresas son los que de
verdad gobiernan en todas partes.
Investigar los efectos de este tipo de compuestos es realmente
difícil: se necesitan estudios a lo largo plazo, analizar cada sustancia o la
combinación de unas con otras, su impacto en el medio natural, en los seres
vivos… se necesita tiempo y dinero cuando muchas veces estas investigaciones
resultan inconvenientes para empresas, instituciones… ¿se ha avanzado en la investigación y en la información de los
resultados de ésta desde la publicación de Nuestro
futuro robado? ¿Cuántas de las sospechas de entonces son hoy certezas y qué
nuevas preguntas se han sumado a las planteadas en aquel libro?
Por
un lado, son estudios muy complejos, tienen que pasar años. Pero ese no es el
mayor problema. La verdadera cuestión a tratar es a quién sirve hoy la ciencia.
¿A la Humanidad ?
¿O a empresas y estados? Lo difícil no es que se hagan estudios, sino que esos
estudios sean realmente independientes. Y al servicio de quién están los
estados. ¿De la ciudadanía? No me haga usted reír. ¿Y quién financia buena
parte de las universidades? Cada vez más, entes privados, con intereses muy
concretos. Nos dicen que la ciencia es neutral, pero no lo es. Pero, bueno, a
pesar de todo, hay investigadores independientes que saben hacer las cosas
bien. Por ejemplo, en España, Nicolás Olea Serrano, toda una referencia mundial
en temas de contaminación química desde Granada. O Miquel Porta, del IMIM, en
Barcelona. La práctica totalidad de las sospechas se han cumplido y surgen
nuevos interrogantes. Yo insisto. ¿Todo esto ha sido un problema al azar
causado por una contaminación que se ha ido de las manos y que nadie sabe cómo
parar o hay intereses oscuros eugenésicos para esterilizar a la población?
Para terminar podemos pensar que es fácil caer en la resignación
ante los daños que nos puedan producir el sinfín de compuestos que ocupan
nuestro cuerpo y que nos rodean en un mundo que cada vez consume más plásticos,
más sustancias químicas. Más aún, no son pocos los que dicen que ese es el
precio por disponer de una serie de comodidades y ventajas nunca antes
disfrutadas por la Humanidad …
Puesto que el daño, mayor o menor, está causado por nosotros mismos, ¿estamos a tiempo de parar y revertir la
situación?
La
respuesta pertenece al ámbito espiritual. En mi opinión, aunque gran parte del
daño ya está hecho, es una obligación moral para cualquiera llevar una vida que
esté en las antípodas de lo que es la “sinrazón química”: alimentación
ecológica, salud natural, cosmética orgánica certificada… Los químicos
representan un peligro casi invisible que causa estragos en la fauna y en la
población. La pandemia de obesidad que vive el planeta también tiene que ver
con eso. Igual que las altas tasas de cáncer, de asmas, alergias, problemas del
sistema inmunitario, esterilidad masculina y femenina, todo tipo de
disrupciones hormonales… ¿De qué lado prefiere usted estar? ¿Del lado de la
destrucción o del lado de la regeneración? Hay alternativas a la destrucción
química. Sólo se trata de ponerse en acción.
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