El cambio climático es, seguramente, el problema medioambiental que más consenso reúne en la comunidad científica; lo era en el 2010, fecha de la publicación de este libro que nos ocupa y lo es más aún en la actualidad, pues las evidencias y estudios científicos cada vez son más contundentes. De esta manera, pese a que la reacción sea extremadamente tibia para la categoría del problema, gobiernos e instituciones internacionales lo tienen como uno de los mayores peligros que acechan y sufre la humanidad. ¿Por qué, entonces, sigue siendo negado desde parte de la opinión pública y sectores influyentes a nivel transnacional?
Este libro nos relaciona varias encuestas solventes en lugares como Estados Unidos, Reino Unido, Australia o Alemania en las que el número de escépticos o abiertamente negacionistas del cambio climático, aun siendo minoría, aumentaba significativamente con respecto a otras encuestas anteriores.
El artículo de Francisco Heras Hernández (Centro Nacional de Educación Ambiental) sobre este tema nos da diversas explicaciones, vistas desde varias perspectivas:
Psicológica (Los humanos tenemos una habilidad probada para rechazar la información que nos resulta incómoda o amenazante) Como bien conocen los psicólogos, el primer paso para solucionar cualquier problema es reconocer su existencia y la actitud más usual, negarlo
Informativa (De acuerdo con diversos estudios, los medios de comunicación de masas han dado una visibilidad inmerecida a las perspectivas “escépticas”) Bien buscando un equilibrio en el debate, bien anteponiendo las creencias propias a la evidencia, determinada prensa –especialmente la conservadora anglosajona- ha prestado un hueco al escepticismo frente al cambio climático que no se corresponde en absoluto al peso que tiene en la comunidad científica
Educativa (Como si de un fenómeno meteorológico se tratara, cada año, con la llegada del frío y la nieve, reaparecen en los medios de comunicación los comentarios negacionistas que utilizan los datos del tiempo para poner en entredicho el fenómeno del cambio climático)
Política El análisis de diferentes encuestas en Estados Unidos demostraba que las posiciones a favor de creer o no el cambio climático habían aumentado según se votara demócrata o republicano, con lo que la incredulidad o no ante este fenómeno podía convertirse en un rasgo político que hiciera más difícil cambiar de opinión ante argumentos externos.
Más aún, al margen de partidarios del negacionismo, entre la población en general podemos encontrarnos a quienes sin tomar una posición clara, evitan escuchar noticias o comentar el problema (refractarios) o quienes reconociendo su realidad, siendo conscientes de la necesidad de tomar medidas, no hacen nada práctico en ese sentido (inconsecuentes)
En definitiva, ya sea por negar el problema, ignorarlo o no reaccionar ante él nos encontramos ante un escenario parecido: una inacción para detener o mitigar los efectos del cambio climático.
¿Qué hacer entonces? Existen una serie de actitudes y creencias que es necesario cambiar, mostrando lo equivocadas que son y las alternativas lógicas que se presentan:
La creencia, sincera o cómoda, de que una persona por su cuenta no puede hacer nada contra un problema tan descomunal se viene abajo si tenemos en cuenta que el problema, precisamente, viene de la acción de cada uno de nosotros –las emisiones de CO2 que cada cual provoca- por lo que su remedio ha de venir por el mismo camino: reducir cada cual sus emisiones.
La complejidad del fenómeno del cambio climático lleva, también de manera sincera o interesada, a crear una incertidumbre ante su existencia o sus consecuencias, lo que alimenta la actitud de “esperar primero a ver qué pasa” antes de hacer nada cuando su impacto está directamente relacionado con nuestra capacidad de reacción y el tiempo que tardemos en tomar medidas.
La relación entre causa –p.e. quema de carbón en Europa en el siglo XIX- y efecto –inundaciones en Bangladesh en el siglo XX- es difícil de establecer en lo referido al cambio climático; es fácil pensar que no somos responsables de lo que pasa e inhibirnos del problema cuando, como se ha dicho, las causas son una acción conjunta a lo largo del tiempo y la solución también se extiende al conjunto de la humanidad, en mayor o menor medida, y en un amplio espacio temporal.
Por ello se hace imprescindible, ante la magnitud y complejidad del problema, ante, incluso, la desmovilización que supone a veces el recibir mucha información sobre el problema,
-fijarse en el éxito de las medidas que se van tomando para reducir las causas del problema,
-destacar los beneficios añadidos que esas medidas conllevan,
-equilibrar las acciones a tomar con los problemas a evitar,
-quitar la “exclusividad” al problema del cambio climático: ni es sólo una cuestión técnica o científica ni un problema medioambiental, sino que es fruto de una cuestión cotidiana y sus consecuencias afectan a todos los ámbitos de nuestra sociedad y nuestra existencia
Julian Green
El libro Cuatro grandes retos, una solución global editado por la Fundación IPADE con la participación de diversos autores, representa un breve compendio realmente útil para comprender estos cuatro grandes problemas del planeta y quienes lo habitan (cambio climático, pérdida de biodiversidad, desertificación y pobreza) y hacerlo entendiendo todos los beneficios directos que sus soluciones nos ofrecen. Si bien espeso y poco apto para “no iniciados” en algunos apartados, la aportación de numerosos expertos nos da una visión clara, comprensible y, además, positiva de cómo solucionar estos problemas. Publicado en 2010, sus contenidos son plenamente actuales así como las alternativas propuestas.
Por ello, su importancia y actualidad nos ha motivado a ir más allá de la típica reseña y ahondar brevemente en cuatro de los temas que desarrolla.
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