Poca
discusión puede haber ante la afirmación de que en nuestro mundo el dinero o el
beneficio económico es la medida de todo. Si aumenta el PIB nos sentimos
satisfechos y hablamos de crecimiento pese a que de manera pareja aumente la
desigualdad o el desempelo; mayores ingresos
nos pueden hacer cambiar de trabajo o de responsabilidades pese a que
con ello dispongamos de menos tiempo libre o el cambio afecte a nuestra salud;
asociamos tener más cosas con vivir mejor e incluso ser felices…
No debe extrañar tanto que exista de manera habitual desinterés por lo relacionado con el medio ambiente o que éste se ponga casi siempre al final de una larga lista de prioridades puesto que, erróneamente, pensamos que el medio ambiente, la protección de la naturaleza y el planeta no nos da dinero: tener más o menos bosques no repercute en el PIB, la prima de riesgo de un país no sube por tener el aire más contaminado que otro…
No debe extrañar tanto que exista de manera habitual desinterés por lo relacionado con el medio ambiente o que éste se ponga casi siempre al final de una larga lista de prioridades puesto que, erróneamente, pensamos que el medio ambiente, la protección de la naturaleza y el planeta no nos da dinero: tener más o menos bosques no repercute en el PIB, la prima de riesgo de un país no sube por tener el aire más contaminado que otro…
Muy al contrario, maltratar el planeta, su medio natural, -o no protegerlo
debidamente- daña nuestra salud, cuesta vidas, liquida los recursos de los que
dependemos, compromete nuestro futuro… y nos cuesta dinero, muchos, muchos
millones de euros, de dólares, de libras esterlinas…
Vamos a dar un somero repaso por tres de las mayores agresiones
que producimos a nuestro planeta: contaminación, pérdida de biodiversidad y
ecosistemas y cambio climático y lo haremos de la manera en que se hacen estas
cosas: con cifras y porcentajes y para que el aluvión de cifras no nos haga perder
la perspectiva, vamos a buscar una equivalencias prácticas.
En
nuestro planeta podemos contaminar